En el último siglo hemos podido apreciar una revolución significativa de las mujeres frente al mundo. Los estigmas históricos en los que se veía envuelta la mentalidad de las mujeres ha cambiado, y es que hoy en día: alzamos la voz frente a las injusticias; opinamos en temas que eran exclusivos para el género masculino como la ingeniería o el transporte; y hemos logrado que se reconozcan nuestros derechos en más de un rubro. Sin embargo me da curiosidad cuando se formula la pregunta ¿Cómo visualizas el éxito? Nadie respondes “como una mujer empresaria, empoderada, libre, plena y haciendo lo que más le gusta”.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) las mujeres son propietarias del 36% de los negocios pequeños y medianos, tanto de comercio como de servicios. También destaca que la tasa de participación económica de las mujeres creció 15.7% en los últimos 10 años, pasando del 33.3% en 2010 al 49.0% en el 2020. Con esos números a nuestro favor ¿Por qué aun siento un trabajo de todos los días luchar en demostrar nuestras capacidades en el mundo empresarial?

Son, considero, muchos factores con los que hay que lidiar día a día en el camino al éxito. Por un lado la sociedad insistiendo en que la maternidad y el hogar deben ser primero en la lista de deseos de una mujer realizada. Por qué es tan complicado entender que el trabajo no está peleado con los quehaceres de una madre amorosa y protectora; o comprender que las responsabilidades de un hogar no son sólo de mamá sino de los dos padres y que no es una competencia por demostrar que una mujer puede con todo.

Por otro lado en la vida laboral, existe aún la mentalidad machista que nubla el esfuerzo que se ha hecho por conseguir el mismo respeto e igualdad que recibe un hombre. Es importante puntualizar que no hago referencia únicamente a un jefe o superior, porque gracias a la vida existen empresas y firmas (sobre todo lo digo por mi jefe con quien tengo la fortuna de trabajar y reconoce nuestros esfuerzos constantes); en los que el trato inclusivo y respetuoso se ha vuelto una prioridad.

Pero ¿qué pasa con los agentes externos? Los proveedores, los clientes (sin distinción de género), los colaboradores, y todas aquellas personas que se sienten atacadas al estar bajo la dirección o las órdenes que da una mujer, no debería ser normal sentir que es un problema o una incomodidad ser mujer en el mundo empresarial.

Frases como: ¿puedo hablar mejor con tu jefe?, esa información ya la compartí con tu jefe, prefiero que tu jefe me proporcione ese dato, son cosas que no te competen; son el pan de cada día de muchas de nosotras que optamos por un puesto empresarial.

Todas contamos con fortalezas y debilidades diversas, pero si de algo estoy segura es que una vez que una mujer se fija un objetivo, hace que su trabajo, disciplina y dedicación se enfoque en
alcanzar esa meta hasta finalizarla con éxito. Y también sé que las personas que hacen esos comentarios lo saben, sin embargo siguen infravalorando la labor de una mujer empresaria.

Tuve la oportunidad de hablar con un par de colegas caballeros sobre su experiencia en el trabajo con una mujer empoderada. La respuesta constante siempre fue: una mujer empresaria impone y no todos lo vemos como algo bueno, sino como una manera de sobajar la autoridad que la historia le ha dado al hombre. Lo sorprendente no es solamente que en estos tiempos se siga pensando así, sino también que entre mujeres se sostengan esas ideas, poniendo trabas en el crecimiento de una mujer o confirmando las manifestaciones machistas de algunos hombres.

¿Por qué sigue siendo tan difícil reconocer que los argumentos de un hombre tienen la misma valía que los de una mujer? Tenemos ideas frescas; contamos con la experiencia y los conocimientos necesarios para estar al frente de cualquier proyecto; la sensibilidad que ven en nosotras como debilidad, es sin lugar a dudas una cualidad que nos hace afinar y pulir nuestros sentidos para el trabajo. Por naturaleza somos aguerridas y lo dejaremos todo por lo que creemos; nuestras capacidades no disminuyen por ser jefas de hogar, por ser madres, por ser esposas sino que se fortalece y le brinda un sentido más amplio a lo que hacemos y al como lo hacemos.

No sólo se trata de evidenciar las inclemencias en el día a día de una mujer empresaria, sino también reconocer la importancia del papel de las mujeres en este ámbito, que como hemos visto
es complicado y que para corregirlo aún queda un largo camino por recorrer. Confío que las nuevas generaciones buscarán que con una educación inclusiva y respetuosa que inicie desde sus casas; se normalice la visión del éxito como una mujer libre, empoderada e independiente.

Este 8 de marzo extiendo una merecida ovación para todas aquellas mujeres empresarias que se levantan todos los días pensando si estarán haciendo lo correcto y que aun con dudas, siguen adelante y nunca se rinden. También aprovecho para agradecer por tener ejemplos como mi mamá que siempre ha enaltecido la independencia en mi educación; a mi hermana por su esfuerzo constante en brillar en un mundo machista; y a mi jefa que me enseña todos los días que no hay justificación para soportar conductas que agredan nuestro actuar profesional, gracias a ese empoderamiento que la caracteriza y que estoy segura es consecuencia a su vez del amor que su madre le sigue brindando. No me resta más que decir Honor a quien honor merece, muchas felicidades en este su día y en todos los que venga por el simple hecho de ser mujer.

Lic. Noemí Muratalla. Directora del Área Jurídica